sábado, 21 de enero de 2012

ZUMBAYLLU Nº 8 / Julio Carmona

Zumbayllu

    Nro. 08                                                                                                        Enero  2012

Julio  Carmona



Modesto y hacedor de versos del pueblo

Motivo de la portada.
Retrato de Bruno Portuguez.

Roger García Clavo. Dirige la Revista Literaria “Zumbayllu”
Roger_elrio@hotmail.com





BIOGRAFÍA

Julio Carmona, nació el 16 de marzo de 1945, en la ciudad de Chiclayo.
Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha obtenido el grado de Magíster en Educación con mención en Gestión Educativa por la Universidad de Piura.
En 1975, obtuvo el segundo premio en la cuarta versión del Concurso “El Poeta Joven del Perú” (el mismo que ganara Javier Heraud en su primera versión). Fue miembro del Grupo Intelectual Primero de Mayo, desde 1972, hasta la muerte del director del Grupo, el poeta Víctor Mazzi, en 1989. Es miembro del Comité de Redacción de la Revista digital argentina www.redaccionpopular.com. Se desempeña como docente de Literatura en la Facultad de Educación de la Universidad Nacional de Piura.
Ha publicado los poemarios Mar revuelta (1970), A nivel de la arcilla (1972), A orillas del amar (1976) con el que obtuvo el Premio Poeta Joven del Perú en 1975, No sólo de amor (1980), En honor a la verdad (1982), Tun tun quién es (1982), Piura’s poems (1991), Nada más que derramar el corazón (1995), Donde dice amor lluvia o pena (2002), Espinas las de la rosa (2003), Dar de sí más (2004, 2006) y Fuego en cenizas dormido (2005). Ha publicado también los libros de cuentos Reqentos (2002) y Unos cuantos cuentos (2006), el libro de crítica literaria El mentiroso y el escribidor. Teoría y práctica literarias de Mario Vargas Llosa (2007), y los textos académicos La poesía clasista. Poesía y lucha de clases en el Perú (1985), Teoría literaria (1993), Literatura infantil (1994), Propuesta de cambio de la materia Literatura como estrategia de gestión pedagógica para alcanzar la calidad educativa (2002), Didáctica de la literatura (2004), Literatura peruana (2005) y Guía para leer mejor: composición e interpretación de textos literarios (2005). Parte de su obra se encuentra en las publicaciones electrónicas Mester de Obrería y Bosque de Palabras. Se dedica a la docencia universitaria.
Contacto: carmona.juliocesar@gmail.com



  CANTO Y SEÑA DE JULIO CARMONA
                                                                       Por Victor Mazzi Trujillo
Prólogo al libro de poemas A nivel de la arcilla (Ver: sección Libros de Poesía).
El canto es el latido creador de la poesía. El Poeta, ante todo, canta. El canto, de antiguo, significa modulación de sentimiento. Y, de hecho, se manifiesta en una u otra forma poética. Y no hay poesía que no cante en voz alta la trascendencia de su contenido. O, de lo contrario, no es poesía.
Mas el canto, en estos últimos años, estaba siendo desvirtuado en los escalones de una acezante prosa y debido al atropellado esfuerzo de numerosos jóvenes autores en pugna por arribar lo antes posible la estrecha azotea de la celebridad. Prueba de ello tenemos en la ingente cantidad de composiciones publicadas en libros y revistas y que, de pronto, perecen sin pena ni gloria como papeles desglosados al azar, hojas secas de un frustrado deseo confesional, pajas de una teorética existencial y, por lo tanto naderías volanderas. Todo esto también como resultantes de aquella bretoniana «crisis de conciencia» o, en otras palabras, la sempiterna desesperación pequeño- burguesa. A la que cabría agregar el efecto de una violenta ruptura con el acervo lírico castellano, la causa de una fuga de la comunidad cultural de nuestro medio y, en última instancia, la consecuencia de un desventurado afán de trasplantar los angustiados estados de ánimo de un Wallace Stevens, de un Ezra Pound, de un T. S. Eliot o de un Dylan Thomas.
El canto, sin embargo, nuevamente se va perfilando en fluida continuidad sin nudo pese al contrabando de cuños ingleses y norteamericanos. El canto jamás podrá morir ni desfallecer mientras existan poetas que tañan sus fibras sensibles al menor estremecimiento individual o colectivo –sea en el campo o en la ciudad-, mientras insurjan aedos conscientes de su origen, de su vocación y de su inflexible textura arbórea. Para confirmar el aserto me bastará mencionar, dentro de los doce últimos años, dos voces distintas, no distantes, pero firmemente pródigas: la de Antonio Cisneros y la de Marco Martos. Voces de timbre claro que sienten, piensan y suenan en castellano.
Esa misma pasión vitalmente hispanoamericana se vuelve a dar en estos momentos con la presencia insoslayable de nuevos poetas de raigambre popular. Repito: de raigambre popular que no es lo mismo de versificadores pop o populistas. Estoy hablando, sin lugar a dudas, de poetas como Eduardo Ibarra, Artidoro Velapatiño, Alberto Alarcón, Julio Carmona, quienes, de modo natural, vienen a constituir una definida línea poética, muy aparte del confuso enjambre eliotizado. Y digo línea, entendiendo que si bien tienen diferencias formales se integran sustancialmente en concepción ideológica y actitud literaria. Cantores de plectro en pecho, todos y cada uno de ellos, suscitan y mantienen sus valores de creación en definitiva función de pueblo como de combate por la concreción de nuevas formas de vida para las clases explotadas de la sociedad.
Mencioné al joven poeta chiclayano Julio Carmona porque a él precisamente pertenecen estas páginas liminares. Julio Carmona no es para muchos, en verdad, un poeta desconocido. Su voz es bien apreciada, gracias a su inquieta participación en diversas actividades intelectuales, especialmente en lo que concierne al evento literario. Hace algunos años editó su primigenia obra de poesía: «Mar Revuelta». Sus poemas en aquella época eran breves muestras dotadas de una virtuosa concisión, un mundo múltiple de imágenes, en las que se imponía la pulcritud formal como el contenido grávido de sugerencias. Creo que su tarea órfica de entonces era un vivo trasunto de su emoción creadora, la impronta de su espíritu y, de sobremanera, el inicio de su significación verbal. Sea como fuere anunciaba ya la certidumbre de su vocación y la evidencia de su tonalidad.
De Julio Carmona tenemos ahora su segundo poemario intitulado «A Nivel de la Arcilla». Página a página recorredlo. Es un camino poblado de cantos a son de hombría. Cada canto tiene mucho de su experiencia de hombre que anda, que piensa y que demanda clamorosamente amor, entereza justicia social. Pero cuidado, que el canto de Carmona no pretende «epatar» al burgués ni al pequeño burgués. El tan sólo expone –en este volumen dedicado a la autora de sus días– temas de un diario acontecer: su certificación poética, su crítica y su autocrítica, su identidad sentimental, sus efusiones familiares, sus adhesiones fraternas, sus hesitaciones de ser social y sus elegías por los combatientes civiles caídos en acción de lucha.
Hubiera querido, en mi calidad de prologuista, analizar uno a uno los poemas que conforman esta obra. Pero temo arrebatarle tanto al autor como al lector ese exclusivo derecho de re-creación y emotividad. Me basta, sin embargo, recomendar una y otra repetición de lectura, porque Julio Carmona, a través de su libro presente, valoriza los actos de la poesía con la materia dócil de su corazón. Y, en definitiva, nos entrega un camino hacia el mañana. Un camino para todo aquel que tenga el corazón en su sitio.

Unos cuantos cuentos de Julio Carmona
                                                               Por Roberto Reyes Tarazona
«La guitarra», el primer texto de Unos cuantos cuentos, colección que nos ofrece Julio Carmona, anticipa la condición narrativa de la mayoría de los otros relatos, a pesar de la disímil composición de éstos, así como sus diversas técnicas, personajes y ambientes.
En «La guitarra», desde las primeras líneas, resalta el tono coloquial, que en este cuento asume un rescate directo de la oralidad, condición que se hallará presente, de una u otra manera, en todo el libro. El narrador es aquí un viejo hombre de pueblo que evoca una historia a partir de una guitarra aparentemente abandonada, solicitada por un joven. Mediante este recurso, el narrador se va adentrando en el pasado y, por lo tanto, en otra forma de pensar y de actuar. A medida que se avanza en el relato, se va revelando la condición del narrador, un viejo poblano, que en su juventud fue «gallero y buen bebedor de chicha» además de gran tocador de vihuela; y así, poco a poco el lector es trasladado al mundo de los bandoleros norteños, en donde al final se agrega el componente que acompaña a «el juego, el guitarreo y el galantear»: la violencia, que actúa como desencadenante de la historia. De bandoleros es también «Cavar un hoyo o ‘La cruz de los Juárez’», cuento (que tiene como referente histórico, un lugar de Ferreñafe, en el Departamento de Lambayeque) cuyo final es igualmente dramático. Por otra parte, este interés por el pasado regional, se advierte en el último cuento del libro -y también de su producción- titulado «El secreto espejo del primer amor». Esta vez, la historia se remonta a la época de la esclavitud, en una hacienda de la costa norte, donde se desenvuelven varios conflictos propios de la época.
En «La guitarra», como en «Cavar un hoyo o ‘La cruz de los Juárez’», la historia no discurre por el usual cauce de los relatos regionales, pues el soporte estructural descansa en una filosofía de vida –que da soporte al libro y se irá evidenciando sutilmente en la medida que se sucedan los cuentos. En el primero de los mencionados, cuando el narrador-personaje está empeñado en explicar a su interlocutor, a través de términos locales y refranes su punto de vista, ratifica su posición afirmando: «cuando la vida te llama a descanso muere el tiempo y muere el viento». Y a continuación, refiriéndose a la guitarra, dice que «Ella es como la constancia que la memoria precisa cuando de sacar cuentas se trata». Lo cual, en conjunto, expande la riqueza del lenguaje.
Pero este contrapunto entre el saber popular y las ideas sutiles y hasta poéticas no es el único recurso narrativo de Carmona, quien también se vale del montaje de dos planos temporales diferentes que convergen en un final efectista, como por ejemplo en «Por las buenas» y en «Servicio de turno». También emplea el monólogo interior de manera efectiva en «Ahora que sí puedo decirle todo esto».
No estamos, pues, ante un narrador ingenuo que intenta recrear de manera naturalista las historias escuchadas en su localidad, o imaginadas por influencia del ambiente. Y si bien en la mayoría de los cuentos se advierte el uso de localismos –sin abusar de ellos–, y un predominio de historias regionales, todos los cuentos revelan un tratamiento literario consistente y efectivo. En otras palabras, Carmona conoce y domina el oficio de narrador y conduce sus relatos siguiendo los cánones establecidos por la poética del cuento.
De esta manera, va desgranando historias en las que se van apuntalando rasgos que configuran su mundo narrativo. Uno de ellos es la opción por el diseño de personajes de extracción popular, como en los cuentos ya mencionados. En todos los casos -incluyendo los cuentos de tema urbano: como «Cambio de posta», «El retorno» y «Castración»-, la presencia de lo popular se revela de distintas maneras. En «La alegría por los suelos», el punto de vista narrativo parte de una colectividad, como que podemos leer: «Nosotros le damos la espalda a la iglesia y también al sol»…; o si no, se desarrolla el enfrentamiento de los débiles contra los poderosos. Así, en «Por las buenas», un conflicto laboral enfrenta al patrón con los obreros; en «Ahora que sí puedo decirle todo esto», se expone el abuso de la gente del gobierno sobre un humilde padre de familia; en «Calibán», se abordan la soledad y el desamparo en el contexto de las relaciones patrón-peón de hacienda.
Otro rasgo importante en la narrativa de Carmona es el humor, que lo consigue mediante la descripción, como en el extenso primer párrafo de «De entierros y desentierros», pasando por el humor de situaciones, como en «La alegría por los suelos», e incluso el humor negro, recurso que utiliza para atenuar el peligro de caer en la truculencia, en el final de «Por las buenas».
Además, Carmona, como buen poeta -pues él ha hecho su ingreso a la literatura por la puerta de la poesía- incursiona en el tema del amor, tema difícil si los hay, en la narrativa. «Servicio de turno» corresponde a la secular historia de un triángulo amoroso, que desarrolla de manera irreprochable, sin caer en un final previsible, gracias sobre todo a su adecuado manejo de la trama y de los planos temporales.
Por todas estas razones, que tienen que ver con el adecuado manejo del lenguaje, de las técnicas narrativas, con sustento en un punto de vista coherente con sus ideas y convicciones personales; así como por la riqueza y fuerza del tratamiento de sus textos, y por aquellas razones que no se pueden explicar analíticamente, por corresponder al simple placer que produce seguir una historia bien contada, Unos cuantos cuentos, de Julio Carmona, es un libro que puede colmar las expectativas de todo lector amante de la literatura.

Julio Carmona, el exorcista del escribidor.
                                                                                                              Por Winston Orrillo
De veras hay que tener valor para enfrentarse al búnker que representa la literatura de Mario Vargas Llosa, parapetado como se halla, el autor de La tía Julia, detrás de una retahíla de «defensistas» que lo único que hacen, en realidad, es buscar la oportunidad para que el narrador les done un verbo o un adverbio, y así salten a la fama –ellos creen- par saecula saeculorum.
Por eso, el libro El mentiroso y el escribidor: Teoría y práctica literarias de Mario Vargas Llosa, de Julio César Fernández Carmona, como no podía ser de otro modo, ha caído en el mayor vacío, lo cual no obsta para que, desde esta tribuna independiente de los tufos de la mafia literaria, proclamemos su excelencia, y digamos que su autor, poeta con más de doce libros publicados, narrador y ensayista de polendas, amén de catedrático principal en la Universidad Nacional de Piura, es una de las voces más esclarecidas de la nueva literatura peruana, allende, por cierto, los megamercados literarios que venden gato por liebre.
He puesto, en el título, Julio Carmona, porque ése es el nombre literario que usa desde su libro de 1970: Mar revuelta.
A Julio lo conozco como una suerte de alter ego: desde las aulas universitarias -segunda mitad de la década de los gloriosos 60´s- en la aún no estudiada (para el desarrollo de la literatura chiclayana) Universidad Nacional de Lambayeque, donde empezó sus pininos estéticos, hasta su actual –y esforzada- labor no sólo como creador incoercible, sino como un difusor cultural, como lo que podríamos calificar: una suerte de agit-prop literario que, en varios correos electrónicos que él maneja –con paciencia benedictina- da cuenta, sin prejuicio alguno, del devenir de las artes y las letras de hogaño. Me confieso deudor de los enjundiosos envíos de Julio; en los que no sólo vibra el aura estética, si no el compromiso de la palabra en el tiempo.
De este modo, no estamos solamente con un autor esclarecido, sino esclarecedor: lo hemos seguido en varias polémicas, y leemos sus escritos en países hermanos, adonde llegan, sus enhiestos versos, sus denuncias y adhesiones, en esta labor que alguna vez será reconocida: la de acercar la literatura y el arte, fulgentes e igníferos, que son advenimiento de ese otro mundo que sabemos posible.
¡Muchas gracias, Julio, hermano en el fragor de la batalla!


PROLOGO a “Tun tun quién es”, por Eduardo Ibarra.


                        I
     Les auteurs se peignentdansleursowrages (Los autores se pintan en sus obras).
Este viejo acertijo francés cobra singular vigencia en el caso de Julio Carmona, verdadero Boute-en-train en su vida de relación diaria: Bromista agudo y sorprendente. Carmona posee una espontánea y rica habilidad para excitar la alegría en los demás. Pero esta cualidad suya no es sino una faceta de su contradictoria personalidad, pues un poco como en el cuento del polichinela, ese humor puntual que lo caracteriza no alcanza sin embargo a eliminar los “fuegos y tormentos interiores” que lo devoran, sin duda, pero que no lo consumen, porque, al fin y al cabo, el drama de Julio se resuelve en su propia poesía, conmovida e irónica y aun sarcástica en oportunidades.
Era fácil coger el barro
y dibujar difícilmente aumentado
o quitando según el ojo
ajeno o el propio
hasta que iba  saliendo lo que tú no querías.
(...)
            Ya no he vuelto
ala Escuela, Jamás me interesaron
sus títulos de escultor o de  maestro. Sólo quería
dibujar con barro los retratos que más quiero.
En casa
ahora sólo quiero
un retrato. En sueños
sigo buscando sus ojos porque el barro no cede y
los ojos
son todo el retrato.
            (Por qué deje la Escuela?)

                        II
     Carmona ha publicado hasta ahora cinco libros de poesía: Mar Revuelta, A Nivel de la Arcilla, A Orillas del Amar, No Sólo de Amor ... y En Honor a la Verdad. En cada uno de ellos ha dado muestras fehacientes de su creciente calidad, ofreciéndonos una poesía que se destaca por su filiación, su riqueza verbal, su estructura y modulación logradas en base a un manejo diestro de los medios de la creación poética. Ya  otros críticos, en oportunidades diferentes, han develado con acierto la raigambre, las influencias y las calidades de la poesía del autor de Tun Tun Quién Es.

                        III
     La poesía de Carmona es una poesía de tendencia. En ella fluye una ideología y una política de modo espontáneo. En ella se reconoce con facilidad al cantor de una clase y de un pueblo. A propósito, ha sido y continúa siendo, en nuestro medio y fuera de nuestro medio, motivo de ardorosa polémica la relación que debe haber entre autor y obra, entre ideología y creación artística. Existen casos, por  ejemplo, en que la ideología y las convicciones políticas del autor no se observan reflejadas en su obra. O mejor: casos en los que la obra no da cuenta de la ideología y la política que declara el autor, si no de otras distintas. Y la clave, toda la clave de la unidad entre el autor y creación, entre vida y obra reside precisamente en que el autor sepa transmitir en su creación las ideas y los puntos de vista en los cuales se sustenta su modus vivendi, su conducta en el mundo donde vive. Claro estamos ubicados en un terreno marxista, y nada más alejado de nosotros que no reconocer el drama de algunos escritores y artistas que asumen teóricamente la ideología y la política proletarias, pero que en sus obras no pueden reflejarlas, sencillamente porque su adhesión al proletariado es solamente formal y epidérmica. O el caso en que la tenencia del autor resulta reflejada en su obra de un modo postizo, artificioso, fundamentalmente porque en el creador la ideología y la política proletarias no han hecho carne realmente hasta el punto de transformar su concepción y su sensibilidad. O, por último, no reconocer tampoco que en estos tiempos el escritor burgués no transmite generalmente en su obra, aunque sólo en apariencia, su ideología y su política, pero resultando a la postre esa apariencia justamente el contenido burgués de su obra. En el terreno que pisamos, y considerando las ideas que hemos expuesto, Carmona es un caso feliz de unidad entre autor y creación, entre ideología y política de una parte y obra artística de otra. No es un secreto su filiación a las concepciones del proletariado. Y aunque no por esto de un modo directo y automático, su poesía es, ni más ni menos, reconocidamente proletaria. Digo “no por esto de un modo directo y automático”, porque en Carmona confluye con sus posiciones ideológicas y políticas su propia vivencia social, de tal suerte que su poesía tiene la cualidad de que lo proletario está en ella como el aire en el mundo. En otras palabras, la tendencia de clase fluye en la poesía de Carmona de un modo espontáneo y natural. El sello de estos versos que cito son prueba de lo que afirmo:

Te dije sí
que al final de la helada
soledad había esperándonos un ascua
y te hablé de su flor no conquistada
y te pedí tus manos para amarla
tus ajadas nuevas manos para ararla.
            (Declaración de Amor)

     En Tun Tun Quién Es Carmona continúa y confirma las excelencias de su poesía : destreza verbal, manejo de la imagen, poder de sugerencia, riqueza temática, emotividad bien modulada. Pero no sólo eso: creo que con este  libro Carmona alcanza su madurez poética, en tanto en cuanto observo que aquí escribe con pleno dominio de su materia y de sus recursos poéticos, superando algunas vacilaciones y excesos de sus libros anteriores.
     Tun Tun ... es un libro casi autobiográfico. Yo diría que en esto también continúa  un rasgo de sus libros anteriores. Carmona extrae sus temas de su entorno, de sus relaciones próximas, de su vivencia directa. Claro, no siempre es así. Pero en este libro cuando menos es notable este rasgo, y seguramente por esto el tono subjetivo-personal se sobrepone sobre el tono objetivo.

vivo con diarios
ajetreos sube y baja
sacando vida de donde no haya
gran receta
para aguardar la inmediatez del golpe y
no ser sorprendidos
haciendo nada
lo cual entre nosotros
lección número tren
es más que imperdonable
            (Declaración de Bienes)

y ahora que se queda alfonso porque quedarse
no es sembrar la caminata esclavizando el viaje
ahora que alfonso ha vuelto
para quedarse veinte años más
en mi corazón recuerdo que entonces
volveremos a bailar a la luz de este sueño
ignorando el avión que en pocas horas alfonso
ha de llevarte de nuevo a la ausencia
pero no al olvido
            (Para Alfonso Marroquín o De la Amistad)

     También en este libro Carmona ha superado el abuso en la utilización de neologismos, lo cual remite al sentido autocrítico del poeta. De otro lado, ha ganado destreza en el manejo de su propia audacia, pues con tino afinado utiliza giros y expresiones populares.

Los niños son libres de nacer
para el juego y sobre todo
para el sueño. Si hay olvido
de un número en la escuela
o de un río
que no se lo recuerden a la prepo
            (Declaración de Derechos)

     Encuentro finalmente en la poesía de Carmona una cierta opacidad relativa al lenguaje, lo cual no es en modo alguno demérito o defecto. Es simplemente un rasgo característico, muy suyo, y que se explica por el hecho de que Carmona no se adorna cuando escribe, no busca deliberadamente el oropel, el lujo en la palabra. Carmona escribe como escribe, consciente de sus recursos, deliberado en su técnica, pero totalmente espontáneo en el rayo de su palabra.

                        IV

     Jorge Bacacorzo ha escrito en el prólogo a No Sólo de Amor ... estas palabras ciertas y justas: “... Carmona termina siendo uno de los más cabales poetas de todos los que han aparecido en la década del setenta”. Confieso que no puedo concluir este prólogo sin reconocer que Carmona es uno de los poetas más prolíficos, versátiles y amplios de todos los que continúan creciendo en esta década del ochenta que comienza.

                        noviembre 1982
                        Eduardo Ibarra.

                                   ENTREVISTA
Entrevista hecha a raíz de la publicación del libro «El mentiroso y el escribidor» por José Luis Ayala
José Luis Ayala.- El título de tu libro es «El mentiroso y el escribidor: teoría y práctica literarias de Mario Vargas Llosa», ¿por qué Mario Vargas sería un mentiroso?

JC.- Ese apelativo lo relaciono a su actividad de teórico de la literatura. Algunas de sus opiniones en torno a aspectos teóricos de la literatura (vertidas en libros como: La orgía perpetua, Historia de un deicidio o Cartas a un novelista) rayan el nivel de la mentira, término que -por otro lado- tiene correspondencia con su propia conceptualización de la novela, cuando señala que ésta «es una mentira». Para poner un ejemplo de falsedad teórica, en uno de sus escritos, dice que ‘los orígenes de la literatura se confunden con los de la escritura’, y
ésta es una falsedad porque ya se ha determinado que la escritura se origina cuarenta siglos antes de nuestra era (4 000 años antes de Cristo) y los orígenes de la literatura (al menos la Occidental) se ubica treinta siglos después de aquel acontecimiento, es decir, en el siglo X a. C., con los poemas homéricos…
JLA.- ¿Y respecto de su definición de la novela como una mentira?
 JC.- Es una opinión respetable (aunque no original, pues ya otros autores la han usado), pero digo que es respetable en la medida que cada quien puede autodefinir su trabajo como mejor le parezca. Sin embargo, eso se convierte en una trapacería cuando se pretende hacerlo común a todo el género novelístico. Y lo mismo ocurre con los otros postulados de MVLl, por ejemplo, que los temas de las novelas son «demonios incontrolables», que el novelista es un «rebelde ciego» cuya máxima aspiración es «asesinar a Dios» y que, finalmente, lo que crea (con el saqueo de la «realidad creada por Dios») es una «realidad ficticia»; es decir, todas son expresiones que de usarlas para autodefinirse él mismo o su trabajo particular, nadie tendría porqué cuestionarle esa elección personal; pero en tanto la quiere presentar como una definición genérica aplicable a todos los novelistas, empieza ya a rayar en lo falso, desde el punto de vista teórico.
JLA.- Y, en el otro extremo del título, ¿por qué Mario Vargas Llosa es un escribidor?
JC.- Bueno, en principio, porque él mismo puso de moda el término con su novela La tía Julia y el escribidor, y, a partir de entonces, muchos usan la expresión -de manera un tanto desaprensiva- para referirse a todo escritor, cuando en realidad con él se hace referencia a un «mal escritor» o, por lo menos, a quien comete errores al momento de escribir. Y éste es el caso de Mario Vargas Llosa. He detectado varios errores de escritura, preferentemente, en sus textos narrativos (en sus textos informativos esos errores devienen mentiras); pero es pertinente señalar que son varios lectores los que han hecho el descubrimiento de errores en su escritura. Por poner un ejemplo, en Lituma en los Andes, cuando ya está a punto de desaparecer el campamento de Naccos, Lituma va a la cantina, pregunta qué hay de comer y le responden que «sólo hay galletas de agua» y luego el cantinero le alcanza un plato de latón con «agujereadas galletas de soda»; pero si le acababan de decir que «sólo había galletas de agua»; también en La guerra del fin del mundo, cuando describe a un personaje dice que «usaba un chaleco sin mangas», que es como si se dijera que usaba un «bivirí sin cuello»; si el chaleco tuviera mangas y el bivirí tuviera cuello, dejarían de ser lo que se quiere que sean.
JLA.- ¿Tus planteamientos tienen alguna carga ideológica?
JC.- Sería iluso decir que no. Toda opinión -quiérase o no- está cargada de ideología (en el mejor sentido del término: como un conjunto de ideas que da forma a la conciencia del individuo). Pero he procurado hacer que esa ideología mía sirva en la mayoría de los casos para refrendar mis concepciones literarias, mis apreciaciones estéticas, mis convicciones poéticas. Evito opinar, por ejemplo, sobre las actitudes políticas de Mario Vargas Llosa. Prefiero no salirme de los parámetros señalados en el título: la teoría y la práctica literarias. Aunque en ciertos casos, cuando -por ejemplo- tergiversa las ideas estéticas de Bertolt Brecht, apoyando su «interpretación» en la concepción política de Brecht, no puedo dejar de relacionar ese desliz con la posición política opuesta de Varga Llosa. Y lo mismo he debido hacer al abordar el trato infame que da a autores tan respetables como Antonio Cornejo Polar o Washington Delgado.
JLA.- ¿Merece Mario Vargas Llosa el Premio Nobel?
JC.- Por El pez en el agua o el Diario de Irak se merece el Premio Nobel de la infamia.
Esta es una entrevista que apareció con recortes y modificaciones en el Diario «La Primera», 22-11-2007.

ENTREVISTA DE RICARDO AYLLÓN

JULIO CARMONA: “SIEMPRE QUE EXISTA UNA SOCIEDAD CON ESPERANZA, DEBE ESTAR PRESENTE LA VOZ DEL POETA”
Tomando como marco el Encuentro Nacional de Escritores desarrollado en el puerto del Callao, aprovechamos la presencia del chiclayano Julio Carmona (1945) para acercarnos brevemente a un representativo poeta del interior. Autor de poemarios emblemáticos como “Mar revuelta” (1970), “A nivel de la arcilla” (1972), “A orillas del amar” (1976), con el que obtuviera el segundo lugar en el Premio Poeta Joven del Perú, en su IV versión (1975), y “No sσlo de amor” (1980), entre otros. Carmona no pierde la fe en esa forma vital de hacer poesía como es la de convertirse en portavoz del pueblo y de sus más altas esperanzas.
R. A. Julio, ¿qué significa para ti participar en este Encuentro?
J. C. Cuando se ha vivido muchos años en el mundo de la literatura lo que uno comienza a esperar de él es conocer gente joven con quien intercambiar ideas, y no existe nada mejor que un evento como éste para lograr dicho objetivo.
R. A. ¿Has participado mucho de Encuentros como éste?
J. C. No, más bien con los Encuentros siempre he estado en desencuentro. Y las escasas veces que he asistido me han causado decepciσn porque muchos escritores han utilizado los Encuentros como pretexto para hacer turismo. Otra cosa que ocurre es que se plantean objetivos muy ambiciosos que nunca se llegan a cumplir.
R. A. Respecto a los objetivos de este Encuentro, ¿cuán sugerentes han sido para ti?
J. C. El hecho de plantearnos qué es lo que puede ocurrir con nuestra literatura en el futuro es ya una actitud loable. Sin embargo, el saber si se llegó a cumplir o no ese planteamiento será trabajo de los organizadores, quienes al final tendrán que hacer un balance del trabajo de los expositores.
R. A. Entiendo que tu Interés de conocer poetas jσvenes, tal como decías hace un momento, se debe al hecho de querer saber cómo se está moviendo la poesía actualmente. ¿Has logrado satisfacer esa curiosidad?
J. C. Bueno, sí. La gran conclusiσn que puedo sacar es que lo que hace mucha gente joven es mantener viva la llama de la poesía. No olvidemos que siempre que exista una sociedad con esperanza, con ánimos de alcanzar una utopía, debe estar presente la voz del poeta. Y éste ha sido un rol que le ha tocado desempeñar siempre a los jóvenes; más bien los que estamos pasando nos iremos convirtiendo sólo en espectadores puesto que nuestra voz ya ha sido dicha; mal o bien, pero ya fue dicha.
R. A. Pero esa peculiaridad no hará que te olvides de tu condición de poeta ¿o consideras que el poeta sólo lo es durante su juventud o en los años correspondientes a su generación?
J. C. No, pues, me refería al “movimiento de la poesía actual” ligado a los jóvenes, al que tu aludías en tu pregunta. Y ese movimiento juvenil tiene que buscar su propio camino, con o sin paradigmas. A los mayores ya no nos cambia nada ni nadie. Por eso es que considero que hablar de generaciones puede estar generando imprecisiones, ¿no?; aquello de hacer demarcaciones o resúmenes generacionales es un trabajo que corresponde más bien a los historiadores o los críticos de la literatura. Creo que para los mismos poetas no es -o no debe ser- ésa una preocupación prioritaria. Hay muchos escritores que por intentar ubicarse en una generación terminan perdidos. Y algo de eso -de no estar ubicado en una determinada generación- ha ocurrido conmigo. Aunque no me preocupa. Yo siempre he trabajado y me he reunido con escritores mayores. El integrarme al grupo Primero de Mayo, con gente como Víctor Mazzi o Jorge Bacacorzo, por ejemplo, puede hacer pensar a cualquiera que “no tengo generación”. Eso, por un lado, mientras que el hacer poesía con expectativas populares, por otro lado, creo que me ha ido dejando al margen (como ha ocurrido también, por poner otro ejemplo, con Jovaldo). Pero, todo eso, en lugar de causarme desazón, me da satisfacción, porque suelo encontrarme con gente que me recuerda por mi pertenencia al GIPM o mis intervenciones en escenarios populares. Realmente, mi gran intención y decisión (nunca arriada ni traicionada, pues la sostengo aún hoy en mi labor docente) ha sido siempre identificarme con la causa del pueblo peruano y de los trabajadores que es la de contribuir a forjar una sociedad nueva, desde sus intereses, y cumpliendo con su misión histórica.
R. A. ¿Y cómo es que se desarrolló tu trabajo en ese sentido?
J. C. Casi toda mi labor literaria la hice en Lima. Llego a la capital cuando apenas termino la secundaria. Poco después, cuando decido trabajar la poesía en serio, y siempre desde la perspectiva popular, es que establezco mis fructíferos vínculos con el Grupo Primero de Mayo, donde no sólo se reforzó mi convicción popular sino además mi concepción marxista del mundo. He vivido con ímpetu la efervescencia del compromiso social en política y de la poética realista en literatura. Y creo haber trabajado, hasta ahora, con responsabilidad dentro de esa vertiente.
R. A. Pero ¿cuán válida consideras que sigue siendo esa propuesta de trabajo?
J. C. Es evidente que las propuestas sociales han sufrido una merma, tal como ocurre con el movimiento político popular en general que estuvo ligado siempre a la izquierda. Y esa merma se hizo más ostensible en los últimos diez años de la “dictadura japonesa” en que se asestó un duro golpe a la lucha popular y a los movimientos culturales ligados a estas perspectivas. Sin embargo, estoy seguro de que todo ello volverá a resurgir. Hay voces que se han apagado. Pero surgirán otras nuevas. Si entendemos a la literatura peruana como el desarrollo de dos grandes tendencias, aquella que se centra en el trabajo estrictamente formal y cuya preocupación es principalmente estética, y aquella que además de la inquietud estética muestra un contenido social, habrá siempre en ambos casos la oportunidad de que aparezcan nuevos exponentes. Y, por lo tanto no es o no debe ser una preocupación el pensar que no habrá un resurgimiento de la poesía social.
R. A. Y dentro de las características de forma, ¿qué tipo de poesía te ha sido más fácil concebir, la de gran aliento y con proyectos totalizadores o la poesía de estructuras simples?
J. C. Creo que cuando se habla de proyectos totalizadores se piensa más, generalmente, en la narrativa puesto que ella engloba una serie de personajes y lugares y tiempos, los cuales permiten sustentar visiones y versiones muy amplias. Mientras que la poesía o -para ser más exacto- la lírica es más bien la efusión de un yo, de una individualidad. Mas no, por esto, hay que concluir que tiene que perderse en el egoísmo o el individualismo, pues también puede inclinarse hacia una visión más ecuménica, esto porque -aún dentro de esa visión personal, propia del poeta lírico- hay también todo un cosmos, y el rol del poeta será justamente devolverle a la sociedad (o la realidad) todo lo que ha recibido de ella, transformado en (o por) su individualidad. En ese objetivo, es cierto, hay poetas que se preocupan por construir todo un universo, todo un imaginario, sistemático (si cabe el término). Pero en mi caso no. Mi trabajo lírico -plasmado en algunos libros- ha sido más bien construido a partir de visiones parciales como producto de un conglomerado de experiencias, que no dejan de estar imbricadas por un hilo conductor, que es mi concepción del mundo. Pero, en realidad, el trabajo literario lo he desarrollado -y lo desarrollo- siempre desde una actitud muy modesta. Nunca ha sido preocupación mía el ser reconocido como “el gran poeta del Perú” (ni siquiera de Chiclayo). Mi aspiración ha sido, más bien, que si algún día se reconoce que hay algo en mi poesía, que ojalá esto sea sólo el descubrir la voz de un hombre que ha tratado de identificarse siempre con su pueblo (lo que, en última instancia, no es poco decir o pedir).


MUESTRA POÉTICA

f

    Lo repito: No pido otra ciudad,
No pidan que abandone la ciudad,
la casa senda de mis sueños.

    El abandono es una puerta falsa.
No crecería nada después; nada
tampoco quedaría después
del  abandono (una que otra
pestaña desprendida al acaso).

    No me pidáis que deje
mi ciudad, mi pueblo, su silencio
llamándome a llenarlo.

    Dejadme, sí,  salir.
Dejadme ir a Santiago
de Cuba o a Santiago
de Chile (donde estará
Miguel ahorrando su alegría )
o ir a Zaragoza
(a gozar con Fernando
nuestra amistad intacta) ir
a donde alguien espere
saber algo
-¿cómo ha quedado?- y dibujarles
todo: el río, el puente,
la oscuridad (yo mismo
seré el mismo). Y regresar
y amarla con más llanto,
y más fuerza,
y más luz ...

    Dejad que grite, diga, llore, escupa
mi dolor por tanto luto;  pero no
me pidáis jamás que corra
y que me ausente de su amarga
sonrisa. Que abandone
su soledad de libro,
su estatura
de rosa
sin color...
(«Entretiempos», De: Mar Revuelta, 1970).
NO PUEDO
       DESTRUIR
       MIS ODIOS
                                           «Un pueblo sin odio no puede triunfar 
                                           sobre  un enemigo brutal». (4)
Ah, si yo pudiera
destruir mis odios,
mi maldad acumulada a golpes,
me pondría a reir
sembrando flores o sembrando
amor sin distinciones  y sin rangos.
Pero el amor que guarda mi estatura
-como la tierra- tan sólo se ablanda
cuando es hollado por ásperas manos,
para quedar tenue, tenue, germinando.

Resulta que tengo la voz de un camino,
la voz de las vidas que me alimentaron.
Y cuando me piden saborear el agua
con que riego estos o aquellos silencios
no puedo evitarlo, en verdad discrimino,
divido mi aprecio: A un lado están  ellos
los que me  enseñaron cómo crece el canto,
la triste dulzura de los días sobre
una sonrisa que el llanto humedece...
Y en otro lugar,
para contemplarlos
tan sólo de lejos, los otros , los lentos
guardianes del  oro.

         Y todo esto porque
no he podido destruir mis odios.
¿Cómo hacerlo –digan,
que alguien me lo diga-
si entre los dos lados un río de sangre
incesantemente los va separando;
si sé que es horrible llevar la peor parte
de la carga  en medio del duelo y del llanto?

Yo asumo
-lo digo sin temor- mi puesto
junto a los extraños en su casa, junto
a quienes nada ni nadie sonríe, corro
a su costado, lloro y hablo de ellos
como se habla de algo que se lleva dentro:
corazón, cariño, sueños por venir...

Después
-algún día-
me amarán
sus manos.

(De: A nivel de la arcilla, 1972).

II


     Reviviendo en soneto paro en seco
la tentación del áspid. Ni de vainas
podrán decir que estoy de miedo muerto;
sí medio muerto por amor y tantas

otras verdades como hambruna y pueblo,
generaciones secas, traicionadas
esperanzas. Y muerto por mi obrero
fugaz (de un día y mes). No creo en cartas

abiertas. Pero abro este soneto
y lo dejo vivir hasta que muera
la razón de su ser: Es un secreto

a voces su vivir a la manera
del hombre que se muere de perfecto
aprendiz de verdad y primavera.

(De: A orillas del amar, 1976).

DECLARACIÓN JURADA

Carezco de egoísmo, de perfección, de mudos
deseos. Cariño, corazón, metas poseo
y voy a donde voy por decisiones
propias.

     Por ser hijo de mujer
y ser hombre me distingo
de los que hacen de la muerte
un oficio
o beneficio.

    Mis aficiones son de amor
por eso vivo
sin deberle nada a nadie
(salvo besos
no devueltos, es sabido
lo imposible del amor).

No todo lo que sé lo he aprendido
solo. Y sé que ignoro
más de lo que debo.
Por eso a veces dudo
de mí mismo, sólo
por comprobar verdades. Pero, en verdad,
doy crédito a la vida. Sin interés
la considero linda.
La voy rondando
de la noche al día
casi como un guardián
de su futuro.

Canto valses y huaynos,
esculturo
ypoemo para todos
mis amigos
que son pocos
pero son más
de lo que puede sospechar
el enemigo, y, a propósito, no quisiera  morir
(aunque es preciso
acabar este poema de mi vida)
sin conocerle el rostro a la alegría.
                                          (De: Tun tun quién es, 1980).
EPÍLOGO

A Teti, con gratitud.

POR RECITAR UN POEMA
ME ENCIERRAN EN VIL PRISIÓN:
TODO LO QUE BRILLA QUEMA
COMO UN INCENDIO DE AMOR.

La voz del pueblo me llama
Desde que vine a la vida.
Y es historia conocida
Que quien se trenza en su trama,
Antes que buscar la fama,
Deberá atizar su tema
Como leño que se quema
En su fuego redivivo,
En el que yo me desvivo
POR RECITAR UN POEMA.

Y esa senda he caminado
Desde  mi  moza verdad,
Verdad que es necesidad
De mi palabra, y he amado
                Como ama todo hombre honrado
Su pureza y convicción,
Y por esa decisión
De no manchar lo que digo
Me niegan su aplauso amigo:
ME ENCIERRAN EN VIL PRISIÓN.

Este golpe aleve, artero,
No me hace retroceder
Ni lamentar ni ceder
Ni un ápice traicionero:
Como un antiguo guerrero
-De esos de dama y diadema,
De coraje, escudo y lema-
Digo, al sufrir la experiencia:
«En el arte y en la ciencia

TODO LO QUE BRILLA QUEMA».
Y bajo ese sol prosigo,
En prisión o en libertad,
Construyendo mi verdad,
Que es voz de ese pueblo amigo
Cuyo sufrir no es castigo,
Pues si hoy bebo su dolor,
Sus largos años de horror,
En la prisión que padezco,
Es viento ante el cual me crezco
COMO UN INCENDIO DE AMOR.
                                           (De: En honor a la verdad, 1982).





                               IX
     Quien no se siente parte está perdido.
El que se cree todo, centro, puro
va para soledad, va para olvido.
Quien aprende a ser gota va seguro

a su mar, hacia el mar, vivo o herido.
Ser solo es no-raíz de árbol maduro.
La variada unidad se ve en lo unido
distante o distinto del laburo.

     Si verse así es ver a todos uno
yo te invito –mujer, anciano, niño-
reflexionar en ti a tu vecino:

     El prójimo que es próximo a tu sino
ancho de ojos irá hacia tu cariño.
Entre dos es más grato el desayuno.
                                                              (De: No sólo de amor, 1980).

                         XII

Quise no ser sino el que espera
y fui el que se dio de bruces contra
la piedra negra de esta celda,
reculando sólo porque el bullicio ciega.

Quise ser el paciente que desempolva
su costra, embelesado por el beso de la luz,
y penetra al interior de sí mismo. Pero soy
el sufrido testigo: el oidor, el mirador,

elpalpador, el sentidor, y siento
una cadena que trajina mis sueños
y toco una puerta cerrada por fuera;

y miro por la escotilla y escucho bramar
un mar increíble que desborda mis labios
y enfilo en sus olas a caminar con una voz sin trapos.
                                  (De: Donde dice amor, lluvia o pena, 2000).

                         COPLAS

Para el día en que me muera
Pido un ataúd sencillo
Y yo envuelto en mi bandera
Con su hoz y su martillo.
No se puede construir      
Una casa o una historia,
Si no hay en la memoria
Una razón de vivir.

Sí, marrón; soy cimarrón   
Como mis abuelos negros,
Y es por eso que me alegro:
Cimarrón soy; sí, marrón.
                      (De: Fuego en cenizas dormido, 2009).

                         XLI

«Para todos pan
para todos rosas»
Paul Eluard

Desde niño aprendí a ver
Que todo existe sin mí;
Más aún cuando sentí
Los ojos de una mujer
Despertándome el no ser...
Y, al final de la jornada,
No le brindaré a la nada
El gusto de darle vida,
Sólo porque embellecida
La pintan puras miradas.

                         XCIV

«Cascabelita, cascabelita
que andas pu’el cañaveral,
pícale al patrón las patas
ya que él pisó mi rosal...»
                                                   Anónimo popular
¿Por qué su canto es tan triste,
Por qué su llanto es amargo,
Por qué su espanto es tan largo
Como todo lo que existe
En esta tierra que viste
Ser libre y hoy ves esclava?
Si lo viste, ¿dónde estabas,
Padre, sin poner la mano
Que detuviera al tirano
Que nuestra tierra arrasaba?

                                        
                                         C

«Mientras alguien padezca
la rosa no podrá ser bella»
Manuel Scorza

Es cierto: aprendí a llorar
En toditos los idiomas,
Y me convencí que hay bromas
Que hacen dudar y enojar;
Me acostumbré a suspirar
Por tanto sueño frustrado,
Mas no sentí derrotado
Mi convencido altruismo,
Que es igual a socialismo
Y es triunfo del hombre honrado.
                                                         (De: Dar de sí más, 2006).

                         POEMA  13

Estoy como cuete –dije. Y cogí el lápiz
para seguir la huella antigua de mis
pasos; ergo: vivo trabajando como debe
ser, con sólo el tiempo viejo de enemigo:
el tiempo de morir o el tiempo muerto
de llenar buches extraños. Yo me parto
el alma en este verso o en aquella
arcilla. Pero me rebelo como un solo hombre
junto con los obreros y las piedras.
Y me rebelo en este espejo como un reo
Tras de catorce rejas: transparencia
amorosa, corazonada clara, sentida
desde niño en tus entrañas,
queridísimo dolor llamado pueblo.
                                                         (De: Piura’s poems, 1990).

                         ELOGIO DE LA POESÍA

Y la poesía es entonces,
El amor, la muerte,
La redención del hombre.
                          Javier Heraud

No, no es un pájaro azul ni red de aire la poesía:
Nuevo día sin cautiverio creciendo al par de la vida,
En el aroma del horno, en la dormida sonrisa,
Donde haya un agua dispuesta a ser de sed asesina,
Debajo de un mudo abrigo, de un corazón que tirita,
Cuando se puedan abrir olorosas avenidas
Que suenen a hierba fresca o a cancha recién bien frita,
Y, más que otra cosa, amando aunque sea a escondidas...
La poesía será eso y más, según la pretina
De la alforja de pesares o el monedero de risas.
Será –si tú así lo quieres- muda, insensible, sin vida;
Mas será tu poesía, pero nunca la poesía:
Ésta no consiente cercos, no es feudo de oligarquía.
Donde haya una piedra, un ave (pero no para ellas mismas)
Colonizándote el alma, haciéndote amar la vida,
Allí estará. Cuando acuda a tu recuerdo una espina
Porque la rosa es presente y la extrañaste algún día.
En el ruido de gigante con que la ciudad te pisa
Puedes descubrir su nombre en tu soledad reñida
Con la ruidosa marea que te rodea infinita.
Acaso cuando una bala de una vida hizo noticia
Y tú lloraste y sentiste que no sólo se morían
Máximo, Lucho, Guillermo, el Che Guevara o Elisa
(anónima combatiente pero de igual valentía)
sino una parte del pueblo cuya lucha no termina,
aunque exterminen las gotas de esas vidas de su vida...
comprendiendo esto y aquello, lo que hay, lo que debería
haber, lo que es y será, lo bebido y la bebida,
habrás hollado sus playas con mirada humedecida.
                                           (De: Mester de obrería, inédito).

                               POEMA  5

Siéntate en la espesura del recuerdo
Y haz la historia del minuto escaso
Que aprendiste a dilapidar sin temor;
Enorgullécete de tus zapatos empolvados
Y dale una trompada al suspiro llorón;
Infla el pecho lo más que puedas si sientes
La medalla de un abrazo verdadero, y olvida
Toda injuria o desprecio: usa tu aliento
Para sacarle brillo al oro del tiempo,
No te gastes en odios fáciles, sé pródigo
En mirar ese pequeñísimo rayito de amistad
Que te ayudó a beber el agua clara de un
Licor sediento y fue tu bastón para ver
El rojo máximo de la oscuridad.
                                           (De: Piura’s poems).

        LETANÍA A JAVIER HERAUD

Ay, Javier de las cortas primaveras,
francamente
no he podido,
no he tenido valor
para llorarte. Tú comprendes,
altísimo gorrión, ay, río inagotable.

No te puedo mirar
en mis paredes (todas
las llenas: tu retrato vigila
mis poemas), repito: no te puedo tener
ante mi vida, sin tu sangre quemándome
la angustia, el amor, la rebeldía... Y...
ya ves, cuando quiero llorar
tus aguas rotas, te siento
en mi guitarra; siento
que me impones
su silencio desgarrado
y unas ganas enormes de seguirte
o de odiar
(mejor: seguir odiando todavía)
las gorras y las botas y
su correo negro
que vaciaron tus aguas
a ese río
de ti inagotable.

Me ha sucedido siempre,
Javier de eternas alboradas,
siempre que tu presencia
me renace en el pecho,
en la camisa,
en el sol
que voy tragándome sin asco...

Lo sé y te pido
perdón, hermano mío,
por no poder llorarte todavía,
por no poder decirte:

Camarada,
«Las montañas,
los pájaros
y el mar
para siempre nos
pertenecen.»
                                               (De: Mar Revuelta: 1970).

                               SONETO II

Reviviendo en soneto paro en seco
La tentación del áspid. Ni de vainas
Podrán decir que estoy de miedo muerto;
Sí medio muerto por amor y tantas
Otras verdades como hambruna y pueblo,
Generaciones secas, traicionadas
Esperanzas. Y muerto por mi obrero
Fugaz (de un día y mes). No creo en cartas
Abiertas. Pero abro este soneto
Y lo dejo vivir hasta que muera
La razón de su ser. Es un secreto
A voces su vivir a la manera
Del hombre que se muere de perfecto
Aprendiz de verdad y primavera.

(De: A orillas del Amar, 1976).


                       SONETO VI

Si tú naciste para que mis ojos
No sólo espejos fueran de la muerte,
No hay más grande temor que el ya no verte
Ni más pena saber que soy tu enojo.
Todos los días, por temor, arrojo
Al aire mi penar, y no es por suerte
Que la felicidad de no perderte
Me hace cerrar, trancar, poner cerrojos
A la evidencia de saber que existes
Como las flores, como el mar o el aire,
Si por ellos el hombre es menos triste,
Yo soy por ti por fin sereno y firme.
Y aunque la vida insista en sus desaires
Ni siquiera tu olvido podrá herirme.

(De: A Orillas del Amar, 1976).




                        CARTA DEL HOBRERO A SU AMADA


Llego a tu corazón que me esperaba
Como una flor abierta. Entro a tu vida
Y encuentro que no tengo que ofrecerte nada.
Y nada te ofrezco. Como enantes
que te vi cociendo arroz, lavando platos
y tampoco te ofrecí nada. Te dije sólo
a mi amor lo calentaras en el fragor
de tu cocina.  Te pedí lo cocieras a tu alma
como uno más: un parche de esperanza.
No te ofrecí una fúlgida mañana. Te dije, sí,
Que al final de la helada soledad
había esperándonos una ascua
y te hablé de su flor no conquistada
y te pedí tus manos para ararla,
tus ajadas nuevas manos
para ararla. Te pedí tu perfume de lentejas
de aromático vinagre. Nada más
te pedí. Nada te daba. Pero tú
me diste más y más de lo que ansiaba.
Me diste un hijo. Un hijo. Y una carta
De amor donde escribiste: Patria
O muerte. Y las rejas fueron de agua…
Por nuestro hijo, por ti, por nuestra casa
 La alegría se me hizo tan cercana
Que he jurado escaparme de esta cárcel
Sólo para besarte la mañana
Que jamás te ofrecí: Te he de buscarla,
Aunque nos maten, vida, más
Los que nos matan.



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