Siempre hay un romance entre la obra y el lector y en este caso no es la excepción, porque el relato de Daniel Mogollón El Laberinto me recuerda a ese famoso mito griego: “El Laberinto de Creta” construido por Dédalo para esconder al Minotauro. En ese sentido, Daniel, es el Dédalo de su laberinto donde sus personajes, mismo Minotauro, están atrapados en fantásticos pasajes del relato.
Cada personaje se manifiesta de la manera más natural y humana, no son héroes ni pretenden serlo. Sin embargo, las mismas acciones y avatares en el relato hacen que, cada uno de ellos cobre protagonismo. Especie de, aunque suene contradictorio, héroes urbanos.
Daniel, emplea un lenguaje diáfano y fluido. Y sobre todo sabe de lo que quiere contar. Como decía Rómulo Gallegos “La literatura está hecha de palabras cotidianas, del ‘hola’, ‘buenos días’ o ‘¿cómo está?’. Con esto tiene que trabajar el escritor; pero cómo lo hace: con la imaginación y la palabra”.
Miriam, el personaje principal, no puede conciliar el sueño por los ruidos provocados por los fenómenos naturales que aparecen en la historia, pero a la medida que vamos entrando y siendo parte de la misma, van apareciendo nuevos personajes (el ermitaño) y seres fantásticos (los duendes) que invaden los recuerdos y los sueños. Al mismo tiempo que va creando un mundo paralelo de fascinante y cautivadoras escenas (la lucha cruenta entre duendes y hombres atrapados por la codicia, estos últimos son condenados en grietas y transformados en monstruosos seres). Por eso, El Laberinto tiene una técnica lúdica y entretenida de jugar con el tiempo, de agregar personajes de acorde a nuestra época (Dyago y Hervé, que a su vez están inmersos en la misma historia de Miriam) y los sucesos casi igual al flashback que por un momento nos llevasen a otro contexto de la historia, pero al mismo tiempo entrelazado. Un gran cuento que Daniel Mogollón Alegría ha sabido hilvanar de principio a fin. Por lo tanto es una puerta abierta a la imaginación y el placer de leer.
Manuel Luque
Lima, 16 de setiembre. CASLIT
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