sábado, 27 de agosto de 2011

40 años de La Tortuga Ecuestre





Hablar de La Tortuga Ecuestre es hablar de Gustavo Armijos (La Victoria, Lima, Perú de 1952) y de la encomiable labor de publicar y difundir la poesía. Un trabajo que muchos desistirían en continuar o en su intento de seguir, porque uno, tal vez, no viva de la poesía, pero si deja una satisfacción personal porque ama lo que hace. Y es por esa razón que, una revista como ésta, tiene vigencia y trayectoria. Siendo una de las más importantes en las letras peruanas.

Por eso, cumplir 40 años de vida o estar próximo a cumplirlos solo se debe a su Director.  Me pregunto ¿Cuántos poetas harán sido parte de algún número de La Tortuga Ecuestre? Es obvio, la respuesta, muchos. Desde consagrados hasta nóveles poetas, tanto de la capital como del interior del país.

Una vez más, reiterar mi reconocimiento a su noble y desinteresada labor en la difusión de la poesía. He aquí un poema del poeta Gustavo Armijos.



Muchacha Italiana en Oscuro Peregrinaje
Vi una muchacha en un
mercado tan parecida a
ti que me dio un vuelco
el corazón ay mi vida
James Laughlin
Solo en el tiempo el futuro sería una canasta de manzanas

               en una ciudad en ruinas.

Cada cual puede tras unas campanadas descubrir una visión

               de mujeres eternas

por las calles de Italia.

Anunciando los proverbios acerca de la lluvia y el mar.



Cada cual sirve lo poco que tiene que servirse

a oscuras o defendido por la luz de una linterna.

¿Has visto a un demente dormido cerca a un furgón mortuorio?

¿Has visto titilar en medio de la oscuridad a un genio beat?

¿Has visto a los perros colies acarrear el césped?

¿Has escuchado la risa lastimera de una amante traicionada?

¿Has mirado al elegante acróbata colgar de la red protectora?



Entonces comprobé que sus palabras eran rituales

                               Ayer estaba en la estación

                               de Bolonia y un italiano

                               le preguntó ¿Dónde queda el Perú?

y un ataque de paranoia lo puso pálido frente a la parada del metro

algunas ramas tiernas en el pozo del paraíso.

Ahora alcé la cabeza sobre un perrito de felpa

encima de un mantel blanco una lámpara de cristal

                               nítidamente castigada

como si llorara tambaleante ante la tristeza de mirar

                               El Golfo Di Génova

reventado como trineo acuático en el mediterráneo.



Esa palidez fluorescente de guijarros destrozados ante las redes

ferroviarias que me acercan y alejan del juramento espiritual

en los mercados donde la abeja mielera tiene el cuello hinchado

de tanta pasión amorosa.



Un saludo cordial, maestro.

                                                                                                             

                                                                                                       Manuel Luque
                                             Santa María de Huachipa, 27 de agosto del 2011.




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