viernes, 26 de abril de 2013

POEMA / Constance Chatterley de Héctor Ñaupari



Oliver Mellors busca a Constance  Chatterley

Y en mis noches te sueño.
José Escajadillo, valse Yo perdí el corazón.


Te estoy buscando, Constance, te estoy buscando.

En cada gota de la garúa que hizo infeliz a Melville.
En cada paso de los años
también por el vientre desnudo de los claustros,
que se hallaban igual de desnudos que tus caderas, hermosas y fieras, acezantes, febriles y acombadas como el tigre de Blake, o el de Borges.

Te estoy buscando, Constance, te estoy buscando.

Para volver a amordazar tu boca y hacer de nuestro amor lleno de tierra y hojas secas un condado de silencios y cadáveres exquisitos, una ruta de heridas apenas curadas en tu piel, un rosario de mentiras para que tu marido no se entere,

Y así te busco, Constance,
¡Oh cómo pugnaba tu lengua por salir de la trampa!
¡Oh cómo no poder liberar tu boca pues sería la mía devorada!

Ante ti, bacante mía, mi lengua arrebatada de raíz como una rosa en el ojo de un huracán, consternado la veía sangrienta en tu úvula espléndida, mis dientes y mejillas sometidos a tu capricho, ah Perséfone de mis crepúsculos más siniestros.

Te estoy buscando, Constance, te estoy buscando.

Te busco sin hallarte en esos momentos nuestros, cuando tus manos eran noches cada vez más nocturnas, cuando tus muslos eran tallos cada vez más frágiles temblando entre mis piernas,

Cuando nuestros labios se parecían tanto a las jóvenes extraviadas en el laberinto de Creta de nuestros besos,

Cuando decías, sé mi Minotauro, embísteme sin tregua, come mi carne, bebe mi sangre, libérame de una vez de este estupor cotidiano, apártame de este maldecido calvario de días que se suceden, todos iguales.

Quiero ser libre, musitabas, quiero estar sumergida sin cesar hasta tus más álgidos vellos, gritar más allá del frenesí del vino, como una Ménade delirante.

Quiero que seas mi mujer y yo tu hombre, rogabas, el que rasga tus vestidos y te hace suya sin ningún juego previo y sin pedir permiso.

Quiero invadirte como las olas a la orilla del mar o el olvido al tiempo.

Quiero acercarme a ti hasta que no exista más distancia entre nosotros que tu cuerpo en el mío y el mío en el tuyo.

Quiero abandonarme en tu sexo imparable como una inundación hasta la eternidad sin pausas que se prometen los amantes que nunca más volverán a verse.

Y quiero que, cuando agotados todos los susurros que del fuego vienen, cuando se hayan vueltos negros por el hollín de la chimenea donde nos conocimos y fuimos otros, o tal vez los mismos, sólo queden flores como poemas en tus venas.

Y así te busco, Constance, Constance,
desenredándote en mi pecho, en mis huesos, en mi espalda,

te busco en el borde de la cama donde tomaba tus muñecas, para tensarte y contraerte como un músculo expuesto,

donde te bebía, copa mía, hasta dejarte vacía,
donde te encendía, tea insondable, para no dejar sino cenizas.

Te estoy buscando, Constance, te estoy buscando.

Repaso con mi lengua y mi cuerpo todo el frío piso donde te sometía bruscamente como la tormenta del otoño.

Te estoy buscando, Constance, en el recuerdo de la curva rotunda de tu culo perfecto,
alzado
                vibrante
                               dispuesto

viniendo a mí arrogante como los ejércitos de Jerjes dispuestos a morir en su entrega, como moría yo cada tarde en tus brazos.

Y ahora que muero, en la penumbra, será tu nombre
la última palabra que mi boca pronuncie:

Constance
                        Constance
                                               Constance.